Todos hablan de que los dos años son la primera adolescencia del bebé, que ya no es tan bebe y pasa a ser un niño, debo confesar que con Iker hemos llevado bien este primer mes de la entrada a los dos años.

Sé que cada chamo es diferente pero también me atrevo a decir que los terribles dos años son producto de una serie de exigencias que hacemos los adultos justo cuando ellos llegan a esta edad
La lista de peticiones que hacemos incluye ( me disculpan que la haga en su mayoría en género masculino, consecuencias de ser mamá de un varón):
  1. Que hable.
  2. Que deje el pañal.
  3. Que coma solo y con modales.
  4. Que entienda que, en muchos casos,tiene un hermano nuevo y que no sólo debe quererlo, sino entender que mamá ya no es sólo para él
  5. Bebé comprender que mamá esta cansada al llegar del trabajo y como él o ella están grande, tienen que esperar a que mami se bañe, coma y ordene un poco para poder atenderlo.
  6. Tiene que irse sólo a su cuarto o a su cama, porque «ya es el momento».
  7. Muchos van al cole a esta edad.
  8. Que después de que queríamos que hicieran cosas solos, ahora les decimos no a todo lo que ellos inventan porque nos parece peligroso.
Imaginen que les introducen todos esos cambios y reglas en un sólo año. Yo como adulta lo pienso y creo que no lo resistiría, me pondría igual de rebelde.
Nuestros hijos son tan nobles y nos perdonan tantas equivocaciones y cambios que deberíamos aprender de ellos y de su humildad.
Mantener la calma, hablar con ellos, explicarle las situaciones ayuda a que esta etapa de los «terribles dos años» pase con más calma. Yo apenas llevo un mes al día de hoy y siento que Iker es un chamo súper colaborador. Siempre me pongo en sus zapaticos.
La semana pasada estuve llegando tarde a casa por mi certificación de life coaching, así que pasó más tiempo con su papá. Pasó  muy bien los días de cambio, aunque el fin de semana estuvo mucho más pegado a mi. Pero bueno, uno por uno no es trampa, ahora le retribuyo un poco de ese tiempo perdido para él con muchos mimos y horas de actividades juntos. Así bajo su ansiedad y le hago sentir que cuenta conmigo, aunque a veces tenga jornadas intensas profundamente agotadoras para mi. Fisicamente siento que pegué las semanas y que el descanso de sábado y domingo no existió, pero espiritualmente es mucho más gratificante haberlo recompensado por su bondad.

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